Abrirse paso (Diario de Zareba)

Debo llevar una misiva al Capitán Wilheim, que está acampado en algún lugar cerca del Portal Oscuro a la espera de órdenes. Tan sólo la mención de ese lugar maldito me pone el vello de punta pero no queda más remedio que ir hasta allá si quiero entregar este pergamino. Me juego en ello el prestigio de mensajera por estos pagos y no sería un comienzo nada alentador fallar en un envío.

El principal problema que tengo entre manos ahora mismo son los estúpidos ogros que se interponen entre yo y mi destino. Quizá podrían haber acampado en otro lugar, o yo haber tomado otra ruta, pero ya es un poco tarde para eso. Tendré que confiar otra vez en la rapidez de Sombrapico para salir de esta atravesando el poblado de esas criaturas antes siquiera de que reaccionen. Creo que no me han visto, así que regresaré sobre mis pasos hasta el lugar donde dejé escondida mi montura.

Abrise paso, esa es la primera clave de este negocio. Correr mucho, sin duda, es la segunda.

Regreso a casa (Diario de Tholaya)

El rítmico oleaje de los Mares del Sur al lamer los postes del embarcadero es casi como un reloj para mí, pues falta muy poco para que deje estas costas, al menos, por un tiempo. Los gnomos echamos de menos nuestro hogar, todavía no en nuestro poder al cien por cien, claro, pero hogar a fin de cuentas. Es cierto que hay otros lugares sobre y debajo de Azeroth en los que comenzar de nuevo, pero nuestro sitio siempre estará en las montañas nevadas del Valle de Forjaz, lugar donde empezó toda nuestra civilización. Algún día retomaremos el control de nuestra ciudad y volveremos a escribir de nuevo nuestra historia, no como exiliados sin hogar, sino como la diminuta raza que supo ganarse un lugar entre las razas más fuertes de Azeroth, y no por su fuerza, sino por su ingeniosidad.

¡ Cómo anhelo estar pronto de vuelta.!

Cambio de rumbo (Diario de Zareba)

La muerte de Morgrimm me afectó más de lo que hubiera deseado. De repente, la vida misma parecía carecer de sentido. Incluso el trabajo en la herrería se volvía monótono y tedioso, como un camino que da vueltas y vueltas para no ir a ningún lado. Ni siquiera mantuve el contacto con los miembros de las Espadas, desperdigados por la faz de Azeroth, así que sólo me queda suponer que les habrá ido bien.
Sabrán cuidarse, de eso estoy segura.

Al final, he retornado a lo único que sé hacer, que no es otra cosa que poner mi espada y mis talentos al servicio del mejor postor y vivir con ello.

Es por eso que me encuentro de nuevo en la fortaleza de Nethergarde. Se necesitan buenos mensajeros en este nuevo frente de batalla, jinetes rápidos capaces de traspasar los territorios ocupados por el enemigo y llevar órdenes y contraórdenes entre los oficiales, un trabajo que sé hacer.

Un trabajo que me alejará de mis demonios interiores y de mi pasado..