Rumbo a lo desconocido (Diario de Tholaya)

La excursión a las ruinas de Gnomeregan ha comenzado mejor de lo que esperaba. Tras mostrar a los guardianes de la puerta el permiso expedido por los atentos funcionarios en Forjaz y las once clausulas de exclusión de responsabilidades que tuve que firmar por triplicado, pude acceder a la zona controlada por nuestra infantería. Para mi sorpresa, no es muy profunda y , poco después, pueden verse las balizas de seguridad y los carteles de advertencia de que se está entrando en una zona peligrosa.

Y a partir de ahí, el silencio, roto tan sólo por los ocasionales alaridos y estruendos que hacen nuestros antiguos parientes, convertidos en desgraciadas criaturas debido a la radiación. Y los Throggs, por supuesto, los brutales invasores que nos obligaron a huir de aquí. Sus ecos resuenan en los abandonados túneles, provenientes de lo más profundo de la ciudad.

Debajo de aquel arco, está el último de nuestros guardias. Me avisará de que estoy entrando en una zona no recomendada pero me dejará pasar en cuanto vea mi permiso.

Luego, estaré sola.

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