Hacía calor aquella tarde y el sonido de las cigarras se propagaba por los campos agostados por el sol. De pronto, oí pasos a mi espalda. Me volví rápidamente, tan sólo para encontrarme con aquella mole chirriante y humeante. Con toda la celeridad que me era posible, desenvainé mi arma y me apresté a defenderme de mi inesperado atacante. Al cabo de un rato, todo había concluído y el monstruo era un amasijo de hierros retorcidos.
Recorrí a toda velocidad la distancia que me quedaba para llegar a la Colina del Centinela. por el camino ví más de esas cosas. Más tarde, cuando entregué mi mensaje a los guardias, me enteré de que toda la zona estaba amenazada por esas malditas cosas -Golems, probablemente hechos por goblins o por enloquecidos gnomos - y por las bandas de maleantes que ahora recorren impunemente estas tierras abandonadas de la mano del Rey.
Y decidí quedarme un tiempo por allí, ayudando a los voluntarios de las Milicias del Pueblo en la defensa de los Páramos de Poniente, las tierras sin ley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario