La tomenta comenzó súbitamente y pilló a la guarnición desprevenida. Después vinieron los elementales, surgidos de grietas en el mismo plano de la realidad. Pronto, la ciudad era presa del caos más absoluto. Ciudadanos asustados intentaban abandonar Ventormenta en grandes grupos, pero las enfurecidas criaturas del plano elemental les cortaron el paso. Había muchos muertos por todas las calles.
Las Espadas intentamos defender el cuartel del ataque de los elementales que habían surgido de la nada en la misma plaza, mas pronto nos dimos cuenta de que íbamos a ser superados. Por doquier, valientes soldados caían en combate contra las despiadadas criaturas, mientras la tempestad se hacía más y más intensa a medida que pasaba el tiempo. Retrocedimos hasta las mismas puertas del cuartel, acosados por nuestros incansables enemigos, batiéndonos a cada paso y viendo caer a camaradas y conocidos.
De pronto, la lluvia cesó y el aire se tornó extrañamente cálido. Cientos, si no miles, de ojos se dirigieron hacia lo alto, mientras los combates proseguían en medio del más espeluznante silencio, al menos durante unos instantes artificialmente largos. Luego, el horror descendió sobre nosotros, como un castigo divino, pues una inmensa sombra cubrió la ciudad como un inmenso y aterrador manto..
La critarua, inconcebiblemente grande, sobrevoló la ciudad, derribando torreones y almenas y destruyendo barrios enteros a su paso. Los combatientes que no habían quedado paralizados por el horror, simplemente huían como animales asustados, tan sólo para ser presa fácil de los enfurecidos elementales que todavía recorrían las calles de la ciudad.
El dragón, poderoso como una montaña en movimiento, lanzó su desafío a la ciudad de los hombres, quebrantando con su bramido las voluntades de los héroes, postrando de rodillas a experimentados guerreros y haciendo estallar las vidrieras de la Catedral de la Luz, cuyos pedazos volaron por los aires como cientos de pequeñas guadañas en movimiento.
Y en ese instante, todos supimos que el fin del mundo había llegado.
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