Integración (Diario de Zareba)

Todavía recuerdo mi primer día de trabajo. La ciudad de Ventormenta me pareció en aquellos momentos diferente, vacía, extraña. A pesar de haber vivido en la ciudad, lo cierto es que apenas salíamos del Distrito Enano, una pequeña Forjaz lejos del hogar. Las sociedades enanas son bastante cerradas, así no tenía muchos amigos entre la gente humana, salvo los estrictamente profesionales relativos al duro trabajo de la fragua y la minería. Tras vender la casa de mis padres adoptivos, me establecí en Villa Dorada por un tiempo. Necesitaba integrarme en la sociedad humana y decidí empezar por un lugar lejos del ajetreo de la capital, aunque regresara allí para trabajar.

Por suerte, en una ciudad tan cosmopolita como Ventormenta siempre hay oportunidades de trabajo para un mensajero, pues el comercio es abundante y el dinero fluye como el agua. Tras el primer encargo para una bodega, vinieron otros más y poco a poco, aquella ciudad empezó a parecerme menos extraña, más amigable, hasta que hice de sus calles y tabernas mi segundo hogar.

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