El tranquilo paraje conocido como el Bosque de Argénteos bulle con la actividad bélica. Por doquier, las tropas de Entrañas se preparan para el asalto a la mismísimo Muralla de Cingrís, al sur del bosque. Los combates y escaramuzas en la frontera con los hombre lobo son algo frecuente, y cada día que pasa se pierden muchos efectivos. Presiento que será una guerra larga y costosa.
He visto cómo el Jefe de Guerra de la Horda ha enviado sus refuerzos, consistentes en batallones de brutales orcos venidos desde el otro lado del mar. Son criaturas toscas y predecibles, dispuestas a combatir por una buena paga y abundante cerveza goblinoide, pero no cabe duda de que serán valiosas tropas de choque, en tanto más valiosas como que podrían ser "reutilizadas" de nuevo tras su muerte si se efectuasen los preparativos y rituales adecuados.
Hay algo en esta última idea que despierta extrañas sensaciones en mis olvidados recuerdos. Es algo turbador, que me llama poderosamente la atención, como el fuego atrae a la polilla a su fatal encuentro con las llamas. Si pudiera recordar...
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