Nunca he sentido mucha simpatía por los patéticos ferocanis de la aldea Piroleña. Ni hombres ni bestias, su existencia es una contínua muestra de lo que es vivir una vida incompleta, siempre sujetos al vaivén de la mutación con los ciclos solares.
Sin embargo, cuando la columna de soldados se detuvo en el cruce de caminos frente a Piroleña, supe que el enemigo había venido a desafiarlos en nuestras propias tierras. Procedentes con toda seguridad de la cercana Trabalomas o, más probablemente, del muelle de Costasur, su imparable avance no pasó inadvertido a los innumerables agentes de Lady Sylvanas en el bosque, acechantes como de costumbre. Quizá era eso lo que los soldados de la maldita Alianza pretendían: hacernos saber de su presencia y hacer ostentacion de su malhadado poderío...
Mis artes oscuras me sirvieron bien en esta ocasion, proporcionándome una buena cobertura y desde mi seguro escondite en la maleza pude ver cómo formaban delante de su patético comandante, dispuestos a esperar órdenes. A pesar de que no pódía acercarme lo suficiente como para poder oir lo que decían, sus gestos eran inequívocos y marcaban claramente a la aldea como objetivo. Así que era eso..
En cuanto acamparon en el bosque, supe que debíamos darles algo en lo que pensar cuando retornaran a sus hogares, una advertencia tan espantosa que se les quitasen las ganas de venir a hollar nuestro suelo con sus botas de cota de mallas y sus penosos estandartes. Así que avisé a los ferocanis de las montañas de que sus hermanos de sangre estaban a punto de ser atacados por una avanzadilla de la mil veces odiada Alianza. Fue muy sencillo para mí conseguir que sus débiles mentes respondieran a la provocación. ¡ Ah, la sed de sangre es tan manipulable... !
Los hombres lobo partieron rumbo a la aldea, veloces y crueles como el viento del invierno, llevando con ellos un mensaje de muerte y carnicería para los hombres.
"Bien, bien..."- me dije a mi mismo- "Veamos cómo os defendéis ahora, queridos invasores"
Y después, partí a buscar un buen lugar desde el que no perderme el espectáculo.
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