Avancé en silencio por el muelle, dejando oir tan sólo el hueco retumbar de las pisadas de mi montura en la maltrecha tablazón del puerto. Llevaba la capucha echada sobre el rostro para proteger mi apergaminada piel del feroz resplandor del sol de Bahía del Botín y el perfil bajo para evitar en lo posible el contacto visual con los curiosos. Este es un puerto franco, un lugar convenientemente apartado del conflicto entre la Alianza y la Horda en deferencia a los turbios negocios que aquí se llevan a cabo. Los goblins amasan inmensas fortunas basándose en el trueque, la usura y el bandidaje, a veces simultáneamente, mientras que numerosos corsarios y otras ratas portuarias hacen de este lugar una parada casi obligada en sus viajes por los mares del sur del continente, lejos de la influencia de las leyes del Reino de Ventormenta, demasiado alejado como para hacer cumplirlas de un modo eficiente.
Aun así, había que ser precavido.
Detuve mi montura al lado de un grupo de rufianes del puerto, un trío de goblins malencarado y con aires de grandeza, cuya dignidad parecía desvanecerse por momentos a medida que me acercaba a ellos.
- Busco alojamiento, cómodo y sin preguntas - dije en la gutural lengua de los orcos, incómodo por su bárbaro acento -
Uno de los rufianes, que aferraba una daga con la mano metida en su jubón, miró nerviosamente a sus petrificados compañeros y señaló nervioso hacia el otro lado de la bahía.
- ¡ El Grumete Frito! ¡Allí! - dijo mientras señalaba nervioso hacia el otro lado de la bahía. - ¡Alojamiento sin preguntas!
Arrojé una bolsa de oro a los pies del grupo mientras me volvía a calar la capucha y les dí escuetamente las gracias. Los goblins se quedaron un rato mirando la bolsa hasta que uno de ellos la cogió con cautela. Poco después, los oía pelear a mi espalda mientras me encaminaba en la dirección indicada. Uno de ellos gimió de dolor cuando recibió la primera cuchillada. Ignoro quién ganó la contienda por el oro, pero tampoco era asunto de mi incumbencia.
Como todas las cosas que pasaban en el gran puerto de Bahía del Botín, tan sólo importaban a los implicados en las mismas y eso tampoco tenía importancia mientras no influyera en el fluir de los negocios. Así era en este lugar y así había sido siempre..
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