Es tarde y no hay nadie en el Centro de Mando. En mi mano tengo la carta de dimisión y los informes de Forjaz. Me voy de la ciudad y de la guardia. Si hay algo maligno en mi pasado, no quiero involucrar a nadie más. Sobre la mesa del Comandante dejo la carta. He cepillado el caballo y el tabardo de las Espadas está limpio y doblado en su sitio. Echaré de menos a los muchachos y la camaradería, pero sé que debo enfrentarme a mi destino, sea el que sea
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