La noche es la perfecta compañera para la reflexión en los Claros de Tirisfal. Infinidad de criaturas nocturnas salen arrastrándose de sus inmundas madrigueras al caer el sol, en busca de su alimento, unos como cazadores...y otros como presas.
Algo así nos pasa también a las criaturas dotadas de inteligencia. Unos son las presas y otros los cazadores, aunque ni los más sabios sabrían distinguir a unos de otros en determinadas circunstancias. Tal y como ocurre aquí en Tirisfal y, por lo que se, en todos territorios cercanos a las Tierras de la Peste.
Por un lado están los engendros de la Plaga, criaturas estúpidas apenas dotadas de inteligencia, a las que hay que destruir a toda costa si queremos derrotar al Rey Exánime. Por el otro, los estúpidos y arrogantes humanos, venidos desde el Sur con sus mercenarios y corceles, sus sacerdotes y sus absurdos cruzados, tan deseosos de sangre y destrucción como un orco rabioso.
Y en medio nosotros, los que nos autodenominamos Renegados de la Plaga, los únicos capaces de hacerle frente al Exánime porque hemos estado en el reverso de la Muerte y degustado sus bendiciones y limitaciones, porque nosotros somos los elegidos para completar la tarea y devolver al Exánime de vuelta a la tumba, de la cual no regresará jamás.
Incluso nuestros aliados, los brutales orcos y otras bestias similares nos temen.
Somos una raza perseguida y acosada. Somos una raza en peligro.
No tenemos amigos.
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